martes, 15 de septiembre de 2009

Éire

Todos los días de Irlanda comenzaban con su luz...

La luz de Dublín es muy curiosa, o mejor que su luz, cómo se enciende esta ciudad, al menos en verano. El sol se levanta mucho antes que en Toledo, es lo que hace tan fácil confundir una apuesta por el socorrido “A quien madruga Dios le ayuda”, con ciertos problemas de insomnio. Así que el día que te levantas con el sol, cuando te das cuenta de que te estás metiendo en la ducha a las cinco de la mañana, ya sabes que algo hay algo más aparte de la voluntad de recibir favores divinos. La gracia viene cuando la mañana que te levantas a las ocho, crees que te has dormido hasta el medio día, porque por la ventana el sol entra llevando todo su esplendor. Y todo esto para contar que amanece muy temprano, y que de ocho a diez la luz del sol es increíblemente intensa. Y por supuesto, que en este país no hay persianas. Si no fuera Irlanda, a las diez no empezaría a ponerse el cielo gris, y a llover, la mayor parte de los días. Pero es Irlanda, y eso es lo que ocurre, hasta que otra vez a las ocho de la tarde, la luz del sol cala hasta los rincones más olvidados de esta ciudad, con una luz mucho más tranquila, mucho más bonita.

Por ser dos de los meses que recuerde con más tiempo libre, he podido darme muchos paseos. The Liberties se encuentra en Dublín 8, es un barrio que escapa del bullicioo centro, sin quedar demasiado lejos de éste. Está como escondido. Recuerdo que cuando lo visité hizo un buen día, pero hubo algo más, porque estas calles me fascinaron de golpe. Muchos niños jugaban en la calle. También había mucha gente comprando en los puestos de las calles, gente que llenaba las aceras hablando, y hasta un mercado igual de cubierto que de laberíntico propio de algún país tropical. Me encontré con un Small World dublinés, que hasta tenía su propia puerta de entrada, un arco camuflado en un edificio de St Pstrick Street, que no deja adivinar el subsistir de tanta autenticidad.

Por qué llamaron a esa calle Camdem Town, no lo sé, sólo la menciono porque era la que solía coger para llegar hasta el canal. De todos los que he visto hasta ahora, éste me ha parecido el más seductor. Mientras vas paseando parece que el sol palidece para iluminar las sombras de las hojas de los árboles que le rodean, y mientras tanto él, tan leve, tan elegante.

Temple Bar es otra cosa, que no señalaría si no fuera porque allí encontré a “The superfantastic aventures of Captain Magic in his amazin wonderland”. Fue mi primer domingo cuando hasta ellos me llevó el sonido de un violín. Desde entonces, han sido muchos ratos escuchándolos. Todos ellos ratos que no quiero olvidar. http://www.myspace.com/captainmagicwonderland

Algunos paseos me han llevado millas más lejos.

Éire significa Irlanda en gaélico, una lengua, por cierto, muy parecida al árabe, al menos fonéticamente hablando cuando quien la escucha no sabe nada de ninguna de las dos. Aunque es obligatoria en los colegios, resulta que no son la mayoría los que la hablan, sino todo lo contrario. Para poder escuchar gaélico, tienes que desplazarte a la costa oeste de Irlanda, así que hasta allí había que ir. Aunque no fue el interés de volverme loca en inglés por aprender gaélico lo que me llevó hasta allí, sino conocer una región, Connemara. Había visitado algunos otros lugares de este país, pero sin duda, Connemara es algo más. Del paisaje sólo puedo decir que me mantuvo con la boca abierta un tiempo más que considerable. Me impresionó. Pensé que podría pasarme una vida entera allí, sin hacer nada más que estar allí.

Y hubo que regresar a Dublín, y también dejar Dublín. Allí se quedaba Rita, la coordinadora en UNICEF. Una mujer brasileña, que pone su corazón para que cojas de él lo que necesites. Marta y Andrea, mis amigos en Dublín, ya están en Italia. Sin duda, Dublín hubiera sido algo muy diferente sin ellos. Thomas, después de sus prácticas en UNICEF seguirá estudiando en Alemania. Mi casa allí seguirá siendo aquella especie de babel´s flat con una cocina que nunca terminará de estar limpia, donde se podrá encontrar algo tan curioso como un ruso al que no le gusta el vodka, o una italiana, que no suele comer mucha pasta. Y eso es algo que todos necesitamos saber.

Ver a caritas amigas fue muy, muy lindo, Laura, Jorge, y Paula y Angelito, que además convirtieron "never mind", "press the button", o "tenemos tres minutos, fúmate el cigarro tranquila" en frases inolvidables. De ver a mi familia deambulando por allí, no tengo comentarios. Me han encantado. Y aunque fue extraño regresar a casa dejando a mi madre en O´Connell Street, volví a sentir que cualquier ciudad me parece mucho más bondadosa con ella al lado.

Creo que voy a querer volver a Dublín. Además, tengo que ir a The basement, un pub entre St. Georges Street y Grafton Street, donde de jueves a domingo hay conciertos de jazz. Y que no tuve la suerte de conocer a tiempo.

No sé cuando empecé a cogerle cariño a Dublín, pero sólo me di cuenta al final. De repente, un día ví cómo la ciudad me hizo un guiño. También me sonreía.

Un beso fuerte.